A veces tenemos el privilegio de trabajar con piezas que nos ganan en años e historia. El cenotafio del Paseo de la Constitución en Zaragoza es un buen ejemplo. Cuando bajamos por primera vez aquellos pesados grifos del obelisco nos dimos cuenta de que estaban hechos en una época en la que no existían las herramientas giratorias ni soldadura MIG, todo se había cincelado a mano y unido con remaches y estaño tal como se venía haciendo desde la antigua Grecia. Trabajarlos en nuestro taller con todas las facilidades del mundo moderno nos hizo pensar en nuestros compañeros de gremio hace un siglo. Si la metalurgia es a día de hoy un trabajo sacrificado, ¿como serían aquellos fundidores de antaño?.
El trabajo consistió en la eliminación de la película superficial de hollín y óxido que habían acumulado las trece piezas de bronce con el paso de las décadas, algunos arreglos en las superficies y una nueva pátina de nitrato de cobre que las devolvió a su aspecto original.
Tras unas operaciones de restauración estructural del obelisco, realizadas por el ayuntamiento de Zaragoza, se procedió a colgar nuevamente las esculturas en su lugar original, donde siguen conmemorando la muerte de los funcionarios que perecieron, como reza el texto, reparando con sus manos el alumbrado público de la ciudad.